Las personas disfrutan compartiendo información, incluso cuando no la creen. Así, la desinformación (información engañosa) se difunde a través de las redes sociales; ya que es el medio más «inmediato» y «fácil» para esparcir un mensaje. Pero ¿qué tan preciso es?

Aunque la tecnología vuelve a estos medios omnipresentes, la información que fluye de un dispositivo a otro no siempre está completa ni es verídica.

Actualmente, México se encuentra en crisis debido al descontento social generado por la reciente alza de precio en la gasolina. Varios grupos de personas han demostrado su inconformidad y rechazo a través de violencia desmedida: bloqueos de vialidades y saqueos de tiendas de autoservicio han sido noticia en estos últimos dos días. Estos grupos se han organizado para invadir y hurtar mercancía de tianguis, supermercados y otros locales, afectando directamente el trabajo de otros mexicanos que son ajenos a las decisiones del gobierno.

Éste es un claro ejemplo del caos social y la desinformación carente de criterio, certeza y previa averiguación. Twitter, Facebook y WhatsApp se han convertido en blancos de alerta al propagar información inexacta y engañosa: sospecha, miedo, preocupación, enojo, frustración y decisiones precipitadas son las resultantes de estas consecuencias.

Dado que los chismes y rumores abundan, es difícil distinguir entre la información y la desinformación. Los temas de alto impacto, por ejemplo, el detestado ‘gasolinazo’, son fuentes principales de desinformación en contextos de gran alcance, por ejemplo: comercio, gobierno y vida cotidiana; y como consecuencia generan una manipulación de opiniones frágiles.

Aunque las redes sociales no son la causa de la distribución y proliferación de la desinformación, sí han agilizado el proceso. Paradójicamente, también fungen como herramientas para aclarar datos erróneos. Existen sitios de noticias que son más acertados por su respaldo periodístico e investigación de calidad.

Mensajes, notas de voz, fotografías y videos difundidos en redes sociales, acerca de falsos robos a comercios y otros hechos vandálicos, desataron la tarde del miércoles 4 de enero, y de forma repentina, una psicosis colectiva que pronto se pluralizó en varios estados del país; al grado de que se llevaron varios operativos para cerrar establecimientos antes de que fueran designados por las autoridades como zonas de peligro. Aunque la concurrencia de delitos efectuados en distintos puntos de venta del Estado de México es real, muchas cifras y materiales que «lo atestiguan» han sido manipulados.

Otro ejemplo de ello, son las populares cadenas de WhatsApp encabezadas por títulos como «Alerta», o «Comparte», o «Urgente» mensajes que conllevan una narrativa simplista y de tintes dudosos; pero la pregunta es: ¿qué está pasando realmente? ¿de dónde viene ese mensaje?, ¿quién lo redactó y bajo qué criterio? ¿cómo saber que es una fuente confiable y no una suposición personal ilustrando el peor de los escenarios?

El día de ayer pudiste recibir un mensaje en tu chat que decía que no salieras después de cierta hora porque los militares estaban organizando un «posible golpe de Estado», mientras que el día de hoy te encuentras con un párrafo sobre la teoría del pánico y la manipulación de masas, esa que señala que el gobierno está detrás de todos los actos de violencia encabezados por los civiles. ¿Cómo distinguir si se trata de un circo mediático?

«Las redes sociales y la portabilidad de internet en tiempo real se han combinado para diseminar errores y reacciones a un ritmo cada vez más vertiginoso, sobre todo en Twitter, que —por su brevedad y alcance— facilita la difusión de mensajes y respuestas en 140 caracteres o menos” (CNN Español, 2012).

Por su parte, Farida Vis (2014) expone lo siguiente en relación a la responsabilidad de las redes sociales ante la desinformación: “Cualquier información en línea es parte de una ecología más grande y más compleja, con muchos factores interconectados. Por lo tanto, es muy difícil hacer un mapa completo de los procesos involucrados en la rápida propagación de la desinformación o identificar en dónde se origina esta información. Además, debemos esforzarnos por ver más allá del medio específico y considerar el entorno político-cultural en el que la desinformación se propaga y se interpreta”.

Recientemente, la cuenta de Twitter @LoQueSigue, publicó a un grupo sospechoso de cuentas que estuvo tuiteando una cadena de tuits durante la noche del 4 de enero de 2017. Al parecer; dicho mensaje sobre el saqueo de una gasolinera y una tienda de autoservicio mexicana, era producto de bots:

Se tomaron capturas de pantalla de las cuentas y tweets, y se hizo un estudio rápido para examinar lo que estaban haciendo dichas cuentas. Tal parece que esta red está impulsando a algunos medios de comunicación, principalmente a Excelsior, conocido por ser un portavoz del gobierno. Algunos de los tuits contenían un enlace a Excelsior y algunos simplemente tenían el titular y la foto de un artículo de éste último.

Ahora recordemos la teoría de la aguja hipodérmica, también conocida como teoría de la bala mágica (modelo de jeringa hipodérmica o modelo de cinturón de transmisión), que fue promulgada por Harold Lasswell en los años 20. Fue escrita en el libro «Técnica de Propaganda» durante la Guerra Mundial. La teoría es un modelo lineal de comunicación y habla sobre el poder de los medios en la audiencia.

El mensaje, en esta teoría, se dice que es como una bala mágica que entra en la mente de la audiencia e inyecta un mensaje en particular. La teoría explica cómo los medios controlan lo que el público ve y escucha y los efectos, que pueden ser inmediatos o generados a mediano plazo. Las palabras bala y aguja se utilizan para mostrar la impotencia de la audiencia frente a los medios de comunicación; cómo afecta la opinión pública y el cambio de comportamiento. La teoría también fue influenciada por el conductismo mediático de los años treinta.

También recordemos que uno de los líderes más peligrosos de la historia, se regía bajo el lema de «Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.” Una frase que llevó al régimen nacionalsocialista de Hitler, al poder.

Por su parte, el catedrático Teodoro Adorno solía decir que la forma más eficaz de difundir un mensaje y «movilizar a las masas» es a través del miedo. ¿En qué te basas para compartir algo? ¿En la persona que te lo compartió?, ¿en la red social en donde lo viste?, ¿O en lo poco o mucho que conoces sobre la situación por la que atraviesa tu país?

Antes de compartir cualquier mensaje, investiga si existen otras fuentes de información que compartan la misma noticia o un comunicado similar. Así evitarás sembrar un pánico colectivo y por tanto, convertirte en parte de una ola de opiniones sin un criterio sólido y razonable.

(Con información de Medium Corporation e Infotecarios)