Entre asesinatos de diputados, giras pre-presidenciales y despedidas también presidenciales, una nota que está pasando un poco desapercibida fue el descubrimiento de un pequeño trozo de papiro que, por lo menos en Estados Unidos, está causando mucha controversia.
El dichoso documento tiene apenas el tamaño de una tarjeta bancaria y sólo ocho renglones (incompletos) de un idioma llamado copto (esta era la lengua utilizada en el Egipto de la era clásica que se escribía con caracteres griegos) y que apareció en una colección privada.
Lo poco que se puede discernir del texto sobreviviente (que quizá era toda una página o un documento completo) es: “Jesús dijo: ‘Mi esposa…’”
That’s it, eso es todo, cuatro palabritas que están causando un gran revuelo.
Por supuesto que todavía falta autentificar la tinta y el papiro, sin embargo los expertos piensan que podría ser un escrito del siglo cuarto después de Cristo basado en uno más antiguo, quizá del siglo segundo.
Una de las preguntas que se hace la gente, y que ninguna fuente religiosa “oficial” le gusta aclarar, es ¿de donde salen estos escritos?
Desde hace ya muchos años cada determinado tiempo es dado a conocer el descubrimiento de un nuevo documento relativo al cristianismo primitivo o de plano un evangelio: “El Evangelio de Tomás”, “El Evangelio de María”, más recientemente “El Evangelio de Judas” (que hasta documental de NatGeo le hicieron) y ahora este pequeño pedazo de lo que ya se ha dado en llamar “El Evangelio de María Magdalena” por aquello que ella podría ser la esposa de Jesús (ay, Dan Brown, que suerte tienen los ignorantes).
Las antiguas comunidades cristianas, estamos hablando de la época entre el siglo primero y el cuarto, no tenían una “autoridad” central como ahora (un Papa) y mucho menos un credo unificado, es decir, cada una jalaba para su lado.
En esos entonces la mayor parte de la tradición alrededor de la figura de Cristo fue transmitida de manera oral (con todos los problemas que esto implica), para más tarde ponerse en papel y siempre en momentos diferentes según cada comunidad cristiana.
Esto hizo que cada una de estas comunidades, que estaban desperdigadas por el mundo Mediterráneo, generara su propio y muy particular evangelio, a veces con grandes diferencias entre unos y otros. Fue en el concilio de Nicea en el año 325, convocado por el emperador Constantino el Grande, donde se “uniformaron” las diferentes iglesias a través de la elaboración de lo que hoy conocemos como credo: una lista de las creencias de la Iglesia que, si no eran seguidas de manera exacta, se caía ipso facto en la herejía.
Junto con las creencias también tuvieron que “uniformarse” los escritos; cada uno de los asistentes (de cada una de las iglesias cristianas existentes) debió de llevar su propia versión de las escrituras para ser revisada. Como resultado final fueron aprobados sólo los cuatro evangelios que conocemos, los “Hechos de los apóstoles”, las epístolas y el Apocalipsis.
Los demás evangelios existentes y cualquier otro escrito “no aprobado” fue condenado a la hoguera y desde entonces se desató una persecución en contra de cualquiera de esos libros no aprobados por el concilio.
Es por ello que sobrevivieron muy pocas copias las cuales fueron escondidas de manera premeditada para evitar su destrucción. Gracias a ello han sobrevivido hasta nuestra época y nos dieron la oportunidad de conocer un poco más de lo que ocurrió en aquella época y como era visto en ese entonces el personaje de Cristo.
¿Es veraz este pequeño fragmento de papiro?
Quizá tanto o más que las versiones copiadas, alteradas y “mejoradas” de las actuales escrituras. Hay que entender que toda esa tradición, al contrario de lo que dicen los que la predican, es fruto del “jaloneo” político de diversas épocas y que están atiborradas de malas interpretaciones, leyendas, dudas y “correcciones políticas”.
Foto: Tilemahos E via photopin cc
eso…eso es todo!!!!!