Para cualquier persona del género masculino, heterosexual, que haya vivido la adolescencia a finales de los setentas y principios de los ochentas el nombre de Sylvia Kristel, alias Emmanuelle, le puede causar cierta turbación.

Eran épocas heroicas y el acceso a material erótico o pornográfico era sumamente difícil sobre todo si uno era un joven de 13 años viviendo en lo que en ese entonces se llamaba “el tercer mundo”.

La leyenda de Emmanuelle era una especie de escándalo silencioso; los adultos se preguntaban “como podían presentar semejante descaro de película” y los menores parábamos la oreja tratando de enterarnos. En esos entonces la cartelera cinematográfica ocupaba varias páginas del diario y los distribuidores de películas se peleaban por pagar enormes espacios para promover sus cintas.

Fue justo en ese lugar donde mi generación, aún incapaz de sortear la férrea vigilancia por parte de los encargados de los cines para evitar que se colara algún “menor” a la función de adultos, tuvo sus primeros despertares eróticos.

Por supuesto que los diarios no colocaban fotos demasiado sugestivas en sus páginas, sin embargo lo que si hacían era “vestir” a las “actrices” demasiado expuestas: en el departamento de fotografía se dedicaban a dibujar (literalmente) piezas de ropa sobre las imágenes presentadas por los distribuidores a manera de censura. Los que teníamos esta única fuente erótica soñábamos con el día en que tal cosa no ocurriera.

El caso es que la película “Emmanuelle” (1974) se transformó en un verdadero éxito de taquilla a pesar del reproche mojigato de una sociedad que, dientes para afuera, criticaba algo que verdaderamente anhelaba. Según recuerdo permaneció mucho tiempo en cartelera para sólo ser sustituida por sus propias secuelas.

Y en lo que eso ocurría la tecnología nos trajo los videocassettes y con estos lo que sería la primera revolución erótica de finales del siglo pasado: las películas pornográficas y eróticas comenzaron a circular “mano a mano” (siempre había un vivales que la conseguía de manera semi-legal) y entre estas se encontraba, por supuesto, aquel recuerdo de otros tiempos, la holandesa Kristel de grandes ojos que prometían el propio ascenso al paraíso.

Vistas en retrospectiva, las películas de Sylvia Kristel podrían pasar para mayores de 15 años en esta época donde el hardcore está sólo a un click de distancia. Sus películas eran más sugestivas que descriptivas, sin embargo las mirábamos extasiados y se transformaron en una especie de culto.

De la original Emanuelle (que a la fecha es considerada como uno de los más grandes éxitos de taquilla del cine francés) se realizaron seis secuelas; Kristel participó en todas menos la quinta y la sexta, para más tarde estelarizar varias cintas francesas con una temática softcore similar (enseñar mucha piel). Ella había nacido en Holanda y cuando fue «descubierta» era una modelo que había ganado en 1973 el concurso «Miss Europa TV» a los 17 años.

Dentro de su filmografía “más seria” podemos destacar además dos producciones: la historia de la famosa espía de la primera guerra mundial, “Mata Hari” (1985) y una cinta de comedia estadounidense llamada “Private Lessons” (1981) donde encarna a una institutriz treintona que se encarga de un adolescente y al que le “enseña” más cosas de las que debería. Esta también fue un éxito (tal vez por todos los que la añorábamos en sus papeles anteriores).

Sin embargo a partir de ahí su carrera entraría en picada, cosa que la llevó a sumirse en las drogas y el alcohol. Años más tarde sabríamos de ella a través de su autobiografía, publicada en 2006, que en francés llevó el nombre de “Nude” mientras que en inglés recibió el título de “Undressing Emanuelle”.

Por esta nos enteramos que su adicción a las drogas la habían llevado a la bancarrota, al grado de vender sus derechos de la película Private Lessons por una miseria que le pudiera sufragar la droga; al parecer Kristel siempre tuvo una serie de problemas paternales que la llevaron a elegir hombres mayores y abusivos.

En 2001 le diagnosticaron cáncer de garganta. Desde los 17 años fumaba cigarros sin filtro, y esta enfermedad sería la que la llevaría a final de cuentas a la tumba.

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Estrella producto de la revolución sexual europea fue un ícono erótico que bien mantuvo su fama por casi dos décadas. Estoy seguro que muchos de mi generación recordarán a Sylvia Kristel como parte de ese despertar sensual de la adolescencia.

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